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Despedida a una tardía y agridulce campaña del pimiento

Las elevadas temperaturas de 2022 han dejado una cosecha de mayor calidad, pero inmersa en un contexto de altos costes de producción o falta de personal que han dificultado el trabajo y mermado el ánimo del productor.

Las primeras heladas se hacen esperar y, con ellas, también la recogida del llamado oro rojo de los campos navarros. Ésta ha sido una temporada atípica para el pimiento y los 76 agricultores que lo cultivan en 184 hectáreas de la Comunidad Foral. El número de labradores no ha variado, pero sí sus condiciones laborales. La subida de los costes de producción o la falta de personal y de relevo generacional han generado un clima de pesimismo entre los profesionales ante el futuro del cultivo; a pesar de la obtención, este año, de un pimiento de mejor sabor.

“Ha sido una campaña rara: empezamos tarde y el fruto comenzó siendo pequeño, se cayeron muchas flores; y eso que nuestro piquillo es distinto, es más grande”, explicaba Miguel Luri Martínez, jefe gerente de Pimientos M. Luri, empresa familiar situada en Mendavia. Algo en lo que coincide el también el mendaviés y agricultor Jorge Ruiz. “Con la sequía, la temporada empezó floja, con pimiento defectuoso que hubo que tirar al suelo. Fue preocupante, porque no salían los kilos. Aunque fue mejorando, por la noche refrescaba y el pimiento respiraba, y ha terminado siendo una producción de calidad. No esperábamos que finalizara siendo tan larga, hemos llegado a realizar hasta cuatro recogidas cuando normalmente son tres”, contaba.

El primero vende al por menor, tanto fresco como asado, junto a José García Albero, encargado de campo; Ruiz, por su parte, lo hace a fábricas, al por mayor. No obstante, ambos enfrentan los mismos problemas. “Hay una mezcla de circunstancias: es muy difícil encontrar personal, es un trabajo duro y la gente no quiere ir ni a la fábrica ni al campo, mi padre, ya jubilado, me ayuda en lo que puede; los precios no acompañan, han subido algo, pero no cubren los costes de producción, lo cual también dificulta pagar sueldos dignos; y la tierra está cansada, porque el pimiento la agota mucho y hay que dejarla descansar por cuatro o cinco años con rotación de cultivos”, expresaba este último. “No hay trabajadores y cada vez es más caro producir, las bolsas han subido de 18 céntimos a 38, la bombona ahora vale 5 euros más, el precio del plástico o el de los goteros también ha aumentado. Por no hablar de la electricidad que usamos para el agua a presión de los regadíos, que, con la subida de la luz, el golpe va a ser fuerte. Nos defendemos porque hacemos venta directa. Vienen de Barcelona, Murcia, Soria, Bilbao… vender se vende, pero la crisis también la notan los clientes, que negocian mucho el precio”, seguía Luri.

El pimiento es un producto valorado, las conserveras no dejan de comercializar y, como se ve, gente de distintos puntos de la península acude a una de las capitales del pimiento, Mendavia, la localidad con más certificaciones de calidad y denominaciones de origen, de la que Ruiz forma parte. No obstante, parece no ser suficiente. “Fuera hay un mercado y tiene que resultar rentable. El pimiento corre un grave peligro de desaparecer. El futuro es preocupante, tiene muchos factores en contra. De hecho, la gente no está por la labor de poner pimientos. Yo no animo a mi hijo a que lo haga. No hay derecho a que se aproveche todo el mundo de un producto que deja mucha riqueza en los pueblos, en la industria… alrededor del pimiento hay un sector económico que se está beneficiando, mientras que el mismo pimiento no lo hace. Los botes se venden muy bien, pero los productores estamos absorbiendo los gastos y sin pimiento no hay nada. Es muy complicado...”, decía Ruiz.

El presidente de la Denominación de Origen Pimiento del Piquillo de Lodosa, Jesús Aguirre, añadía que éste es un problema generalizado: “El sector agrícola esta muy mal, la subida de precios, los elevados costes de producción, la falta de trabajadores... y al final no hay alegría. Es una incertidumbre diaria al ver cuánto va a costar el abono para sembrar, la maquinaria que también lleva unos precios desorbitados, y hay que sembrar un volumen muy grande de hectáreas para poder subsistir...”.

Es más, el también lodosano Jonás Romero, agricultor de piquillo de denominación, afirmaba que lo único que ha salvado la campaña ha sido el buen tiempo y las últimas lluvias: “De la primera cogida, hubo que tirar el 70%. La cosecha se va a quedar corta, se va a arreglar algo, pero va a ser un año de una producción de un 60 o 70%”. Asimismo, en la conversación aflora nuevamente el tema de la falta de personal, un problema que, según Romero, se arrastra desde hace años. “El precio del pimiento también es conflictivo, que lleva estancado veinte años. El futuro del cultivo está mal... le quedan pocos años. A corto plazo el piquillo desparecerá, cualquier otro es más rentable: la tierra cada vez produce menos, no hay relevo generacional… no estamos ganando dinero y cada vez te exigen más, así no se puede trabajar”. La cuestión, dice, también se nota en la venta, la cual lleva a cabo sin intermediarios: “La gente compra cada vez más en las fábricas y nos dejan de lado a nosotros, los que te conocen siguen comprando, aunque el poder adquisitivo de las familias disminuye y ya se lo piensan mas.  Acuden al supermercado, ahí tienen pimiento de Perú, China o de donde sea más baratos. Se ha notado bajada”.

Abdel Elaich, quien asa y vende pimientos de Lerín en Estella, también ha comprobado cómo los consumidores han descendido. “Este año todo ha sido más caro, como los butanos con los que asamos cuyo valor se ha incrementado cinco euros, así que pusimos los precios a proporción y a la gente le costaba un poco...”, exponía mientras su hermano Omar Elaich y su compañero Abdelkader Auissi asaban y atendían al público, la mayoría procedente del País Vasco. “Es venta directa al consumidor final, y nos adaptamos a ello. De modo que, visto lo visto, al final bajamos los precios, los cuadramos; porque la gente nos comentaba, entendemos que el pimiento es un producto secundario y este año, que hay menos capacidad de ahorro, todo influye. No hay esa venta de otros años. El balance es bueno, tras disminuir el coste la venta empezó a ir mejor, pero hemos notado la bajada”, explicaba, confirmando nuevamente el resultado agridulce de esta última campaña.

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