Otero daba la bienvenida a Bariáin. “Bueno, Félix, creo que no habéis pasado muy buenas horas en los últimos dos días…”, comenzaba la periodista. A lo que el presidente de la organización agraria le daba la razón. “Así es, es triste que ya se haya convertido en costumbre y en algo recurrente, aquí en Navarra, que cada tres años, el agua, que es caprichosa, salga de su cauce y entre en las fincas de los agricultores”, explicaba Bariáin, y continuaba detallando las consecuencias y la causa de todas ellas: “Obviamente, las infraestructuras públicas se arreglan con dinero público, pero en el caso del agro, para las tierras de cultivo tenemos un seguro que cubre ciertos daños, pero otros se sufragan a costa del bolsillo del profesional del campo. Con lo cual es un problema, y viene derivado de la falta de mantenimiento de esos ríos”. Esto último despertaba el interés de Otero, que le preguntaba: “Entonces, ¿crees que con una buena gestión de la administración pública, no tendrían porqué desbordarse esos ríos y por tanto no sufriríais las consecuencias los agricultores?

Bariáin respondía tajante: “Bueno, a nuestros antepasados, que eran más listos, esto no les ocurría. Llover llovía igual que ahora. Pero el mantenimiento de los ríos era distinto. Se aprovechaban las gravas que había para construcciones y demás; ahora eso no ocurre y con menos caudal se producen más daños, de modo que la lectura está hecha”. Otero le daba la razón: “Es verdad, si echamos la vista atrás para ver cómo se aprovechaban antaño los recursos naturales… ha cambiado tanto, que de pronto hemos dejado de limpiar los ríos, porque antes se hacía y se utilizaba para el día a día”.