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Los hermanos Orduña, cantera del sector

La cuantía de ayudas a la instalación de jóvenes profesionales crece en un contexto en el que el agro urge nuevas incorporaciones que garanticen la subsistencia de la profesión. Afortunadamente, quedan casos esperanzadores como la familia de Peralta que se presenta a continuación.

En un momento en el que el sector primario sufre una falta de relevo generacional, con la incertidumbre que ello supone respecto al futuro del mismo, la convocatoria de 2025 de jóvenes profesionales trae consigo noticias positivas para quienes decidan apostar por el campo: tanto por un incremento de presupuesto como por el aumento de la cuota a percibir por la persona que se instale. Si la cuantía de 2024 para jóvenes profesionales fue de 3.000.000 €, esta nueva convocatoria añadirá 800.000 € más. Además, el año pasado la cantidad a percibir de manera fija por todas las personas jóvenes era de 40.000 € y, ahora, ésa será la cuota mínima, pudiendo cada una de las personas interesadas acceder hasta una cuantía de 100.000 €, en función de las características que vaya a tener su actividad. Lo cierto es que, en este contexto en el que la edad media del sector es de 61 años, con los retos que ello plantea, es llamativo y motivo de celebración encontrar casos como el de la familia Orduña Osés, de Peralta; en la que, siguiendo el ejemplo de su progenitor, tres hermanos han elegido apostar, en su juventud y cada uno de manera independiente, por instalarse como profesionales del campo. Son David Orduña Osés, de 33 años y agricultor desde 2011; Javier Orduña Osés, de 30 años, y ganadero desde 2018; y Alfredo Orduña Osés, de 29 años, y ganadero desde 2021.

          Cuentan que dedicarse al sector primario es algo altamente vocacional y que se empieza a vivir desde bien temprana edad. “En mi caso, lo tenía muy claro desde pequeño”, aclara el mayor de los tres hermanos, quien estudió un grado superior Gestión Forestal y del Medio Natural en Zaragoza, para después graduarse en dos ingenierías -Técnica Forestal y Agroenergética-, ambas dos en la universidad de Soria; encaminando así su itinerario formativo hacia su objetivo final de dedicarse al campo.

Los hermanos Orduña Osés. De izquierda a derecha: David Orduña Osés, de 33 años y agricultor desde 2011; Javier Orduña Osés, de 30 años, y ganadero desde 2018; y Alfredo Orduña Osés, de 29 años, y ganadero desde 2021.

David Orduña, el mayor de los tres hermanos, posa en sus cultivos.

          “Yo estudié un grado superior de Actividades físicas y deportivas, en Logroño, el mismo que estudió más tarde Alfredo; y de ahí realicé un grado universitario en Veterinaria por la Universidad de León”, explica después el mediano, que admite que no lo tenía tan claro como su hermano mayor, pero que fue precisamente el ver lo contento que estaba él como agricultor lo que lo animó a dar el salto.

          “Yo fui el último en decidirme y al que más le costó, porque había sido el que menos había ido al campo de los tres. Siempre que había que ayudar, tenía a dos por delante, a ellos dos; y salvo que hiciese falta la tercera ayuda muchas veces me libraba y me iba a apoyar a mi madre en otras tareas distintas”, relata el más joven, quien además es graduado en Magisterio por la Universidad Pública de Navarra. Alfredo Orduña contaba con un empleo y, sin embargo, lo dejó de lado por unirse al sector; al igual que en caso anterior, al comprobar la felicidad de sus hermanos, ya instalados: “Yo también tenia la oportunidad de meterme y no lo pensé dos veces. Lo suelo hablar con ellos y, para los tres, el poder tomar tus propias decisiones es uno de los aspectos que más valoramos a la hora de decidirnos. Eso de ‘ser tu propio jefe’. A pesar de que hay momentos con mucha carga de trabajo, el poder organizarte como tú quieras, es una gran ventaja”.

Unión por el campo

          La decisión de instalarse en el sector pilló por sorpresa tanto a su madre como a su padre, que se alegraban por el hecho de que los tres se quedaran en Peralta y siguiendo los pasos de la familia, aunque también les aconsejaban optar por una vida “más segura y tranquila”. Años más tarde, sus hijos consideran una maravilla el que toda la familia se dedique al agro. Expresan que se ayudan en las labores de unos y de otros siempre que lo necesitan y que esto ha estrechado el lazo familiar, al pasar mucho tiempo trabajando entre los propios hermanos como con su padre, aprendiendo entre todos ellos. “Este trabajo dota de gran satisfacción personal. El poder dar continuidad al trabajo de tantas generaciones, mejorándolo y cuidándolo te llena de orgullo”, declara el ingeniero. Javier Orduña coincide: “Cuando un cultivo o una crianza sale bien, te enorgullece ver que estás haciendo bien tu trabajo y te impulsa a seguir”. “Esto te ayuda a no perder esa motivación que tanto hace falta en este trabajo, ya que hay veces que te pasas más tiempo haciendo papeles y resolviendo requerimientos que en el campo, que es lo que realmente nos gusta”, añade el hermano menor.

Javier Orduña, el mediano, al frente de su granja avícola.

Alfredo Orduña, el menor de los tres, con su granja porcina de fondo.

          Una familia unida por la profesión, pero de manera diversificada: “Siempre hemos dicho que no se pueden poner todos los huevos en la misma cesta, por lo que pueda pasar en el futuro, por lo tanto decidimos que cada uno tuviera cultivos y ganado distinto para complementarnos”, relata David Orduña, centrado por entero en la agricultura, mientras que Javier Orduña dedica la mayor parte de su atención a su granja avícola de pollos y Alfredo Orduña a su ganadería porcina. “También contamos con vacas de carne y cultivos de regadío como tomate, patata, romanescu, colza y maíz”, detalla el mediano.

Aprendizaje constante

          “Los tres aprendimos el oficio de la agricultura a través de nuestro padre y es bonito aplicar esas enseñanzas en el día a día”, comenta David Orduña. “Aun así, hoy nos tenemos que poner al servicio de las nuevas tecnologías y demandas del mercado, por lo que no dejamos de aprender”, continua. Es más, la ganadería es una novedad en la familia, lo cual ha conllevó que los dos hermanos menores tuvieran que visitar granjas para ver cómo era el día a día y adquirir el conocimiento necesario para desarrollar el trabajo.

          Esos inicios no fueron fáciles, se labraron su propio camino, nunca mejor dicho; eso sí, acompañados por UAGN. “La instalación es un proceso complejo y si no fuese por técnicos especializados como los de la UAGN sería casi imposible de realizar. Este tipo de instalaciones solo es posible si provienes de una familia de agricultores o ganaderos, ya que para conseguir la UTA necesaria requieres de una base territorial y de animales, lo cual es muy difícil de conseguir para alguien ajeno al sector. El inicio fue duro, como lo es el empezar cualquier negocio, pero con esfuerzo y mucho trabajo se sacó adelante”, narra el mayor de los tres.

La traba burocrática

          Alfredo Orduña apostilla que “a las dificultades propias del inicio de cualquier negocio se le suman las trabas administrativas, sobre todo en instalaciones intensivas. En mi caso, pasaron casi cuatro años desde que decidimos hacer una granja e inicié los trámites, hasta que comenzamos a producir. Creo que se debería promover más la instalación de jóvenes en estas zonas, ya que se les llena la boca con el despoblamiento y envejecimiento de la población y luego no facilitan que los jóvenes puedan iniciar nuevos negocios en los pueblos”. Javier Orduña expone estar de acuerdo con su hermano. “Nos preocupa la falta de relevo generacional y hay muchos factores detrás de ello, como esa alta y lenta burocracia, pero también la competencia desleal con los productos importados de otros países que no cumplen con las normas que nos imponen en nuestro país, o la baja rentabilidad de las explotaciones, entre otros. Todo esto provoca que gente joven con vocación elija otros caminos más sencillos alejados del ámbito rural, favoreciendo el envejecimiento y el empobrecimiento de los pueblos”, afirma contundente este joven ganadero que supone, junto a sus dos hermanos, y de manera simultánea un motivo de esperanza como tres rostros jóvenes que se han sumado al sector pero también el recordatorio de lo que todavía queda por hacer en esta profesión que echa en falta a la nueva remesa que garantice su futuro.