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Durante los últimos años hemos padecido, y de alguna forma lo seguimos haciendo aunque con menor intensidad, una de las peores crisis económicas y financieras que se recuerdan y que ha provocado cambios de todo tipo. Se han producido ajustes en el mercado laboral, en el mercado inmobiliario, en el mercado financiero, tecnológicos, fiscales y, por qué no decirlo, también políticos. Estos años nos han obligado a experimentar muchas situaciones hasta entonces desconocidas y a tratar de encontrar soluciones innovadoras.

A este proceso de ajuste no ha escapado el mundo empresarial, que ha visto como muchas de las empresas que lo componen no han podido continuar con su actividad. Esta avalancha de cierre de compañías ha afectado fundamentalmente al segmento de las pequeñas y medianas empresas que, como es lógico, disponen de un menor nivel de recursos que las grandes para hacer frente a las adversidades. Los motivos que han provocado que algunas empresas no hayan podido sobrevivir a este convulso periodo son muy diversos, si bien el objeto de estas líneas pretende focalizar el análisis en algunos aspectos concretos.

Dentro de las pymes podemos diferenciar aquéllas que cuando comenzó la crisis estaban gestionadas de una forma profesionalizada de las que no lo estaban. La profesionalización de la gestión en estas compañías puede llegar a ser algo tan sencillo como disponer de información suficiente y de calidad que pueda ser usada en momentos críticos en el proceso de toma de decisiones. Decisiones que generalmente afectan al corto plazo pero que irremediablemente marcarán el devenir de la compañía en el medio y largo. En definitiva, toda empresa, con independencia del tamaño que tenga, debe dotarse de los medios necesarios que le proporcionen esta información de forma rápida y fiable.

Por contra, es bastante habitual encontrarnos con gestores de compañías que carecen de información sobre aspectos absolutamente críticos para su empresa. Por citar ejemplos concretos y muy básicos, no son capaces de saber con qué productos ganan más dinero, cuál es el coste real de los productos que fabrican, cuales son sus clientes rentables y cuáles no.

Existen además muchas otras magnitudes cuya gestión no debe ser improvisada ni cortoplacista, sino que deben estar sometidas a una profunda reflexión y análisis y desarrolladas conforme a una adecuada planificación.

Es también muy frecuente que la actividad ordinaria de una pequeña o mediana empresa genere tanto trabajo y ocupación a los gestores de la misma que éstos puedan caer en la tentación de olvidar el medio y largo plazo para centrarse exclusivamente en el día a día. La eterna pugna entre lo urgente y lo importante. Pues bien, existe una alta correlación entre aquéllas pymes que están logrando sortear la crisis con éxito y aquéllas que, antes de comenzar este aciago periodo, disponían de una estrategia meditada e implementada a medio plazo. La realización de este ejercicio de planificación responsable va a provocar que los gestores de la compañía tengan que reflexionar con detenimiento sobre cuáles son los principales retos a los que se enfrenta la empresa en ejercicios futuros y cómo afrontarlos, sobre cuáles son sus fortalezas (para potenciarlas) y sus debilidades (para, en la medida de lo posible, corregirlas), sobre cuáles son sus amenazas (para desactivarlas) y sus oportunidades (para aprovecharlas). Esta reflexión necesariamente conducirá a la identificación de los aspectos críticos de la compañía y que se convertirán en los ejes fundamentales para el desarrollo a medio plazo.

Parte importante de esta planificación será la elaboración de un plan de negocio que recoja todas las reflexiones estratégicas anteriormente mencionadas. Para maximizar la probabilidad de éxito esta reflexión profunda deberá realizarse con coherencia y realismo. Como ejemplos,, si planificamos crecimientos futuros deberemos pensar cómo vamos a financiarlos; si planificamos incrementos de producción y de ventas deberemos preguntarnos si dispongo en la actualidad de capacidad necesaria para afrontar esos crecimientos; si estoy pensando en fabricar productos más modernos deberé preguntarme si dispongo de la tecnología necesaria para afrontar esa modernización; si deseo acceder a nuevos mercados deberé preguntarme ¿qué mercados?, ¿ Por qué ese mercado y no otro?, ¿Cómo abordaré esa apertura?

En definitiva, una información de calidad y una adecuada planificación son las claves en el futuro para la supervivencia de las compañías. Podrán suponer la ventaja competitiva que te mantenga en el mercado.

Todo parece indicar que el peor periodo de la crisis ha pasado, pero también que los años que vienen son de cambios continuos y en breves espacios de tiempo. Y que la adaptación continua será clave. Por lo tanto, un planificación ágil, flexible y versátil será un factor crítico para la continuidad de las empresas.